“CIUDAD DE LOS MUERTOS” EN PERSPECTIVA

Han pasado casi dos años desde que empecé a pensar “Ciudad de los muertos” tras acabar el documental “Vida y muerte de un arquitecto”, que nos dio enormes gratificaciones a cambio de muchos peajes: censura, presiones y un estilo de filmación que necesitaba abandonar para reconectar con un lenguaje más directo. En ese contexto realicé una serie de visitas a cementerios y tanatorios para despedir a familiares y conocidos. En aquellas ceremonias de despedida percibí entre los asistentes un desasosiego generalizado hacia la muerte que se distraían con cualquier tema ajeno. Paralelamente, me sorprendió positivamente la templanza y la consciencia terrenal que demostraban los trabajadores del tanatorio y el cementerio. ¿Podían ellos darnos alguna clave ante nuestra huida de la muerte?

Durante algunas semanas acompañé a tanatopractores, jardineros, vigilantes, agentes funerarios o enterradores. El aparente sosiego con que se relacionaban con la muerte me confirmó que allí había un documental.

Pasé días conversando con ellos, grabé horas de entrevistas, de las cuales no utilicé ninguna en el documental, pero que me sirvieron para elegir y definir los personajes principales. Pronto comprendí que mis personajes no tenían conflictos de peso. Era nuestra propia relación complicada con la muerte la que lideraba el conflicto en si del documental.

Formamos un equipo de cinco personas que convivió de forma íntima con las artes de la muerte, procesos de los que sabíamos poco y malamente. Empezamos de forma abrupta filmando uno de los más duros: la tanatopraxia. El olor y los sonidos de esa sala nos sobrecogían pero pronto empecé a habituarme a los cadáveres. A la tercera tanato-estética me invadió un sosiego repentino y naturalicé toda prudencia a la muerte, me invadió no solo una tranquilidad, sino un coraje imprevisto respecto a mi propia muerte.

Seguimos durante meses grabando de forma más o menos sistemática trabajos rutinarios de los trabajadores elegidos. No fue fácil adecuarse a sus ritmos. “La muerte no espera” decían, y desaparecían cuando teníamos toda la puesta en escena preparada. O, “Hoy no me grabes, que no me encuentro bien.”

Fue un reto filmar a dos cámaras sobre trípode, pero a la larga nos proporcionó un material interesante para trazar secuencias lineales, sin necesidad de desplazarnos por el set, convirtiéndonos en seres casi invisibles que permitían la espontaneidad de sus movimientos y conversaciones.

Guardo un recuerdo excelente de todos los trabajadores, porque durante esos meses nos permitieron intimar y participar de su trabajo sin ninguna limitación. Confiaron en nosotros para un proyecto arriesgado sin muchas garantías en torno al resultado. Grabamos decenas de horas dentro y fuera del cementerio que no se utilizaron pero que yo siempre recordaré con toda mi gratitud. Espero que el documental esté a la altura de su bravura.

DOCUMENTALES SIN HISTORIA

¿Se puede hacer cine documental sin una historia? Tendemos a definir el cine documental como un género que narra historias reales sobre personajes reales. Pero ¿qué pasa si eliminamos el componente “narración” de una película de no-ficción?

FESTIVALES DE DOCUMENTAL. ¿PARA QUÉ?

Durante muchos años me provocaba un pudor enorme enviar mis trabajos a los festivales. Consideraba que los premios eran trofeos inútiles, predecibles y amañados que solo necesitaban aquellos con un ego vibrante.

LOS DOCUMENTALES QUE VIAJAN

El esfuerzo de idear, financiar y producir un documental de apenas una hora implica, como mínimo, un año de trabajo de un equipo, así como los fondos económicos para llevarlo a cabo.

LA INTIMIDAD DEL CINE ARTESANO

A raíz de la presentación de mi último documental en el Festival de cine documental del Peloponeso se me pidió si podría dar una masterclass a los asistentes de este festival. Dándole vueltas me resultaba difícil concretar un tema en el que me sintiera experto.